
Miquel Àngel Comas
Asesor Estratégico
Es doctor europeo en Educación, Comunicación y Empresa. Docente e investigador en diversas Universidades en ámbitos de Dirección Escolar. Acompaña el crecimiento estratégico de centros y redes escolares. Es especialista en visión estratégica, Cultura organizacional, Ecosistemas I+D+I, y liderazgo ético.
Pensar en azul significa atreverse a innovar, conectar personas e instituciones y crear futuros posibles. Es una invitación a transformar tu organización educativa en un referente, no por imitar modelos pasados, sino por generar nuevas oportunidades y construir una identidad única y con propósito.
Activar la mirada azul
En un entorno marcado por la complejidad y la transformación constante, las organizaciones educativas necesitan ir más allá de la simple gestión eficiente. Ya no se trata solo de optimizar procesos o replicar modelos que fueron útiles en el pasado, sino de generar valor distintivo a través de una verdadera cultura institucional innovadora.
Pensar en azul significa abrir espacios donde puedan surgir nuevas ideas, alianzas inéditas y proyectos orientados a un impacto real. Hoy más que nunca, el liderazgo educativo tiene que abandonar la lógica del “control” para convertirse en un liderazgo conector, capaz de reunir equipos multidisciplinares, construir ecosistemas I+D+i e impulsar visiones estratégicas compartidas con otras instituciones sociales, culturales, empresariales,…
Una organización educativa que piensa en azul no compite por hacer lo mismo que otras, sino que desarrolla líneas propias, alineadas con su propósito y con las necesidades de su entorno. Al hacerlo, fortalece su marca institucional, proyectando una identidad diferenciadora basada en la innovación, el propósito y el valor distintivo. Algunos ejemplos nos lo recuerdan:
- Laboratorios educativos que prototipan nuevos enfoques pedagógicos antes de escalarlos.
- Observatorios que conectan investigación, territorio y toma de decisiones institucionales.
- Equipos de innovación que facilitan dinámicas de co-creación con actores externos (empresas, redes internacionales, entidades culturales, universidades, grupos de investigación,…).
Lo que hace que estos procesos funcionen no es la tecnología en sí, ni la estructura, sino la mentalidad exploradora que los impulsa. Una mentalidad que entiende que la innovación no consiste en añadir más cosas, sino en imaginar lo que todavía no existe.
Ecosistemas que crean futuro
Cuando las organizaciones educativas se permiten pensar en azul, dejan de limitarse a gestionar problemas y empiezan a diseñar futuros posibles. Es entonces cuando surgen propuestas valientes, nuevos formatos formativos, conexiones inesperadas entre investigación y acción, y sobre todo, una narrativa colectiva que moviliza a las personas hacia una visión compartida.
“Porque el verdadero crecimiento no ocurre en la zona de confort, sino allí donde la estrategia se encuentra con la exploración”.
Las organizaciones que piensan en azul entienden que el conocimiento no es un resultado final, sino un proceso vivo. No se trata únicamente de transmitir contenidos, sino de generar dinámicas que permitan aprender, desaprender y volver a aprender. Dicho de otro modo, la innovación deja de ser un departamento para convertirse en una forma de relacionarse con la realidad.
Este cambio de enfoque transforma por completo la forma en que se concibe el liderazgo. El líder azul no es alguien que tiene todas las respuestas, sino alguien que genera preguntas y abre espacios de diálogo. Su principal fortaleza no es controlar, sino activar procesos de colaboración y reconocer el talento distribuido dentro y fuera de la organización.
Así aparecen comunidades profesionales que aprenden juntas; proyectos interdisciplinares que conectan saberes distintos; y alianzas estratégicas que permiten multiplicar el impacto. En lugar de trabajar en compartimentos estancos, las organizaciones educativas que piensan en azul funcionan como verdaderos ecosistemas de innovación, donde cada elemento contribuye al propósito común.
Este enfoque también les permite pasar de una lógica reactiva a una lógica proactiva. No esperan a que los cambios lleguen desde fuera; los impulsan desde dentro, con una actitud abierta al futuro y una estrategia que combina visión, creatividad y rigor. Frente a la incertidumbre, no se paralizan. Al contrario, la entienden como una oportunidad para generar nuevas posibilidades.
Cuando hablamos de pensar en azul, hablamos también de dar valor a lo intangible. A la confianza, al compromiso, a los vínculos de colaboración. Porque sin estos elementos no hay innovación posible. Solo cuando existe un clima de confianza las personas sienten que pueden proponer, experimentar, equivocarse y aprender. Sin ese marco, cualquier intento de transformación se diluye en la rutina.
Y sin embargo, cuando esa confianza existe, las organizaciones educativas se convierten en espacios potentes de experimentación. Se ensayan nuevos modelos pedagógicos, se ponen en marcha proyectos que combinan investigación y acción, se establecen conexiones con actores del territorio para desarrollar respuestas conjuntas. No se trata de hacer “más”, sino de hacer mejor y de forma distinta, desde un enfoque de innovación con propósito.
En este sentido, la construcción de ecosistemas I+D+I no es una tendencia, sino una necesidad. No basta con investigar y publicar: es necesario conectar la investigación con el desarrollo de soluciones, y llevar esas soluciones a la práctica mediante procesos colaborativos. Cuando estas tres dimensiones dialogan entre sí, la organización deja de mirar hacia dentro y se convierte en un actor clave de transformación social.
El poder de una narrativa transformadora
Pero todo ello requiere construir una nueva narrativa institucional. Una narrativa que no se base en la promesa de “adaptarse al cambio”, sino en la convicción de contribuir al cambio. Una narrativa que inspire y movilice, que recuerde que el futuro no está escrito y que las organizaciones educativas tienen la capacidad —y la responsabilidad— de escribirlo.
Por eso, pensar en azul no es una moda, sino un compromiso. Un compromiso con el conocimiento como motor de transformación, con la curiosidad como actitud estratégica, y con la innovación como parte inseparable del desarrollo institucional.
Cuando una organización adopta esta mirada, algo cambia. Se genera una cultura insitucional innovadora, con agendas que facilitan la exploración. Las reuniones dejan de ser informes y pasan a ser conversaciones creativas. Los proyectos dejan de estar aislados y se alinean con un propósito mayor. Las personas dejan de actuar por obligación y empiezan a actuar por convicción.
Y es entonces cuando aparecen los resultados visibles:
- Nuevos programas educativos adaptados a los retos sociales emergentes.
- Modelos de colaboración que facilitan la innovación abierta con otras instituciones.
- Iniciativas que vinculan ciencia, creatividad y desarrollo territorial.
- Procesos de transferencia que generan impacto real y medible.
Es precisamente en ese momento cuando la organización deja de hablar de innovación y se convierte en innovación. Porque la innovación no es algo que se tiene o no se tiene: es algo que se practica. Las ideas azules nacen cuando nos atrevemos a mirar más allá de lo evidente, cuando aceptamos el riesgo, cuando vemos la estrategia no como un plan cerrado, sino como una brújula que orienta nuestros pasos hacia lo desconocido.
Pensar en azul es creer que la educación puede anticipar el futuro, no sufrirlo. Es entender que el verdadero valor no está en copiar modelos, sino en crear caminos propios. Es asumir que la transformación educativa no depende solo de recursos o tecnologías, sino de personas alineadas por un propósito compartido.
Necestamos lideres y organizaciones, capaces de generar ideas azules, promoviendo culturas y agendas inspiradoras y exploratorias.
En definitiva, pensar en azul es empezar a escribir hoy las soluciones del mañana.
Qué importante ponernos las «gafas azules» para mirar al futuro con todo lo que ya conocemos y la mente dispuesta a lo que vendrá. Me ha gustado mucho el post.
Muchas Gracias Rosa,
Construir futuro desde la mirada y cultura Azul, ofrece grandes oportunidades a los equipos y las organizaciones educativas.
Las mentes Azules suman y generan red.
El mirar en azul es una imagen «sensitiva»que invita a pensar estas transformaciones desde un lugar creativo, «sin sufrirlo». Me quedo con una expresión muy valida para estos tiempos «El líder azul no es alguien que tiene todas las respuestas, sino alguien que genera preguntas». Me gustó mucho el post
Muchas gracias Marta,
Las organizaciones educativas Azules promueven ecosistemas inspiradores, facilitan espacios de crecimiento y acompañamiento, activan alianzas estratégicas, generan valor y sobretodo vinculo, confianza y colaboración.
Pensar en azul, es un compromiso creativo, sostenible y ético.
¡Querido Miquel!
Tu artículo es una inspiración vibrante y un llamado poderoso a la acción. La idea de “pensar en azul” me parece una metáfora brillante para invitar a las organizaciones educativas a soñar en grande, innovar con propósito y construir futuros colaborativos. Gracias por recordarnos que la transformación no está en repetir lo conocido, sino en explorar lo posible con valentía y creatividad. Un texto que sin duda motiva a liderar con visión y a conectar ideas, personas y propósitos. Lo compartiré a los directivos de nuestra Universidad.
Con admiración,
Mauricio
Estimado Mauricio,
Gracias a ti, siempre tan inspirador y comprometido con la mejora de las organizaciones educativas.
Muchas gracias por tus amables palabras. Me alegra saber que os ha gustado y que pueda ser útil.
Muy agradecido de que lo podáis compartir con los directivos de UNIVDEP y pueda ayudar en dinámicas de equipos directivos.
Pensar en Azul siempre suma, genera red, nuevas oportunidades y futuros posibles.
Gracias. Un fuerte abrazo.
Miguel Angel