¿Los niños desarrollan hábitos positivos de proyección personal o, simplemente, los niños mejoran?

Redactar un proyecto de centro, un ideario o sencillamente un folleto de la escuela es un ejercicio complejo, para el que ordinariamente no estamos técnicamente preparados. La dificultad se encuentra tanto en el contenido como en la forma. No porque sea difícil, sino porque somos nosotros quienes lo hacemos difícil.

Dejémoslo claro: demasiado “rollo”

Por un lado, cuesta mucho llegar a la síntesis de lo que nos define respecto a los demás centros. Siempre será más fácil añadir características que no quitarlas. Se trata de expresar una realidad rica y, cuanta más gente intervenga, más matices parecerá importante resaltar. Pero, si todo es importante, nada es importante. Queremos exponer tantas cosas que no nos damos cuenta de que con cada línea que añadimos perdemos algo más en claridad. Cuantas más palabras hacen falta, menos cautivador resultará el texto y, en realidad, menos estaremos definiendo cómo somos. Al final, lo que conseguiremos es que la gente ni nos entienda ni nos lea. ¿Valió la pena? Escribimos para ser leídos. Así pues, debemos preguntarnos continuamente: ¿Esta idea es fundamental? ¿Qué pasaría si la suprimimos? Nos cuesta utilizar las tijeras. En cambio, en publicidad, la inevitable brevedad consigue que un eslogan llegue a evocar tanto: Just do it!

Es obvio que en todas las escuelas, los alumnos y alumnas aprenden matemáticas, inglés, ciencias naturales, etc., el profesorado se esfuerza en educarlos en el respeto a los demás y al entorno, los padres cuentan con canales de participación, se fomenta la lectura, se procura que todos los alumnos adquieran las competencias básicas… Solo en la medida en que seamos capaces de demostrar que lo hacemos de forma excelente debemos citar rasgos que no son exclusivos.

¿No puedes decirlo de otra manera?

Pero, además de limitar las ideas a las mínimas imprescindibles, conviene poner un esfuerzo aún mayor en la simplificación expresiva. Es sorprendente la capacidad de las personas para complicar el lenguaje, hasta el punto de conseguir –todo para salvar la precisión terminológica– no ser comprendidos. Los docentes tenemos una notable tendencia a hacerlo. A la hora de redactar los textos de la identidad corporativa hay que estar especialmente alerta contra esta tendencia. Porque, como hablamos de principios muy generales, acostumbramos a redactarlos con un grado de abstracción altísimo.

La solución es buscar la sencillez. En una reunión para redactar la misión de una entidad educativa, no hace mucho tiempo, una persona leía el texto que había escrito. Era una frase endiabladamente complicada. Otro le preguntó qué significaba. La primera respondió: “Lo que quiero decir es que…” y luego expuso la idea con una frase sencilla y clara. Es justamente esto: digamos lo que queremos decir y nada más.

Además de diseñador gráfico, soy filólogo. He intentado encontrar dónde se encuentra el núcleo de nuestra tendencia a la complicación expresiva. He llegado a tres principios básicos, que comparto:

  1. Nos leen para entender. Los textos corporativos deberían escribirse para que fueran comprendidos por la mayor parte de la comunidad educativa, no solo por especialistas. Cualquier padre o madre con un nivel de instrucción elemental debería entender como mínimo la esencia. Los textos de identificación institucional no son textos académicos. Deben ser redactados, pues, con un registro estándar, con un nivel de formalidad medio, evitando las expresiones cultas, los tecnicismos y las construcciones sintácticamente complejas.
  2. Las categorías gramaticales son importantes. Ordinariamente, los nombres designan personas y cosas (alumno, profesor, pupitre, instalaciones); los adjetivos, cualidades de estas cosas (grande, joven, ágil); los verbos, acciones (aprender, tratar, explicar); y los adverbios modifican a los verbos (mucho, poco, a menudo, fácilmente).
    – Personas y cosas -> Nombre
    – Cualidades -> Adjetivos
    – Acciones -> Verbos
    – Matices -> Adverbios
    La gramática nos permite convertir todas las acciones en sustantivos (el aprendizaje, el trato, la explicación), así como las cualidades (la grandeza, la juventud, la importancia). Haciéndolo, sin embargo, elevamos el grado de formalidad del texto. Es el paso perfecto para perder a la mitad de los lectores, porque automáticamente se producirá una consecuencia inevitable: inundaremos el redactado de verbos copulativos, pasivos o de significado difuso (ser apercibido, promocionar, desarrollar, etc.) y generaremos una sucesión de sintagmas preposicionales y nominales, que se complementarán en una cadena interminable. Estamos pervirtiendo la comunicación. Debemos en todo momento evitar el abuso de los nombres abstractos.
    – Cualidades -/-> Nombres
    La utilidad de la experiencia > Una experiencia útil
    – Acciones -/-> Nombres
    El aprendizaje infantil > El niño aprende
  3. Otras veces, nos daremos cuenta de que una oración es difícil de entender porque es compuesta, con todo tipo de subordinaciones y coordinaciones. Bastará colocar unos cuantos puntos más. La oración simple es simple y la compuesta es compleja. No se trata de que todas las oraciones sean sintácticamente simples. Hay que alternar las oraciones simples con las compuestas. Y no exigir un grado de concentración altísimo para reconocer cuál era el sujeto del verbo que aparecía dos líneas más arriba.

Después de escribir cualquier texto corporativo, hay que imaginar que lo está leyendo un padre o una madre sin estudios superiores. ¿Lo entendería? ¿No? Cuando un texto resulte abstracto o complejo, ordinariamente será suficiente convertir las acciones en verbos, las cualidades en adjetivos, y acortar algunas subordinadas.

Apliquemos el sentido común y el sentido gramatical. Sujeto y predicado. Los niños y las niñas juegan, crecen, aprenden, ríen, escriben. No desarrollan hábitos, adquieren competencias, etc. Dejamos este tipo de expresiones para ámbitos pedagógicos técnicos: Mediante el fomento de actividades lúdicas grupales, conseguimos que el niño desarrolle hábitos de socialización. No era tan difícil decir: Jugando en grupo, el niño aprende a convivir con los demás. ¿A que nos entenderá más gente?

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