Juanjo Fernández es consultor pedagógico e imparte actividades de formación y motivación, y charlas dirigidas a familias, escolares y empresas sobre temas educativos y motivacionales muy diversos. Ha sido profesor de materias muy diversas (Formación Humanística, Historia del Arte, Lengua Castellana, Lengua Francesa, Teatro y Religión) durante 18 años en Jesuïtes Clot (Barcelona).
Juanjo Fernández dice de sí mismo: “Enseño Escribiendo, Dibujando … y Charlando! Estos cuatro verbos definen mis actividades profesionales: enseño (en diferentes acciones formativas), escribo (ficción y no ficción), dibujo (aplicando el #visualthinking con documentación y facilitación gráfica) … y charlo (mucho!) impartiendo conferencias y charlas. “
És autor de unos cuantos libros de educación (Com ajudar els fills a estudiar, 30 manaments per tractar amb adolescents), de formación religiosa a casa (Déu ens perdona sempre, La oración de la puerta, PregAdvent…), de narrativa y teatro (No abras el cajón). Es una pluma habitual en Ara Criatures, sección educativa del diario ARA.
Encontraréis más información en juanjofernandez.cat y lo podéis seguir en las redes sociales (@juanjofernandezsola en Twitter e Instagram).
Cuando estudiamos y nos entusiasmamos con una materia, tendemos a mirar todo lo que nos rodea con las “gafas” de aquella materia (recuerdo que cuando hice el curso de socorrista siempre que entraba en cualquier lugar me preguntaba dónde estaban las salidas de emergencia y repasaba lo que debería hacer si a alguien le daba un ataque de-lo-que-fuera). Pues una vez, llevando las “gafas” de filólogo y como educador en la escuela y en el ocio, busqué las definiciones de “tutor” y de “monitor”. “Tutor” incorporaba la acepción agronómica de elemento recto para acompañar el correcto crecimiento de la planta (que no está mal, como tutor te puedes sentir identificado) pero “monitor” era “aquel que censura o amonesta”. ¡Como para volverse a poner las gafas!
Sin embargo, cuando se habla de Gestión de Centros, no puedo evitar volver a ponerme las gafas filológico-educativas y me pregunto: ¿es lo mismo ser Gestor que Gerente? ¿Director que Dirigente? ¿Todos estos pueden ser Líderes? ¿Cuál es su papel en la “marca” del centro? Al final del artículo explicaré lo que he “visto” con mis “gafas” –con la “graduación” semántica–, pero ahora creo que cuando estás en uno de esos cargos, lo que sea, lo que te interesa es que te den una mano, que te guíen para no perderte y así ser tú mismo un buen guía para los demás. Así pues, a partir de mi experiencia y de los buenos gestores con los que he tenido la suerte de trabajar, me atrevo a ofrecer un decálogo con diez propuestas, diez ayudas que a mí me hubiera gustado que me hubieran ofrecido cuando me ha tocado ser GeGeDiDiL (Gestor-Gerente-Director-Dirigente-Líder). Aquí los tenéis:
1. Sé puntual, no hagas esperar.
Un buen gestor llega a la hora establecida a lo que sea: reuniones, entrevistas… Tanto si va a un lugar como si recibe en el centro, es puntual. Y no se excusa poniendo cara de agobio y diciendo “es que estoy hasta las cejas de trabajo”, como si el tiempo o el trabajo de los demás no fuera tan importante.
¡Sé puntual, y descubrirás todo lo bueno que llega a tiempo!
2. Llega el primero, marcha el último.
Bueno, no es necesario que sea literalmente (sobre todo si el horario del centro es de las 8 de la mañana a las 10 de la noche), pero un buen gestor es modelo de trabajo: los que trabajan con él –y los que están a cargo suyo– saben que es fiable, que pueden confiar en él y contar con él, porque está ahí.
¡Llega el primero, y además disfrutarás de la tranquilidad de momentos de paz!
3. Ensúciate, mójate… Implícate.
Un buen gestor realiza tareas que le son propias… y da una mano –y de manos– en cualquier tarea “impropia”: cuando es necesario se pone, carga, descarga, reparte, fotocopia… porque así demuestra que no hay trabajo pequeño, y conoce de primera mano diferentes tareas del centro, y hace visible su implicación real y total, ya sea en vaqueros, camiseta, corbata o vestido-chaqueta.
Implícate, y sentirás que formas parte del equipo.
4. Acoge y escucha, donde estés.
Las personas a tu cargo (o que-trabajan-en-el-centro-que-gestionas, como prefieras) en un momento u otro tendrán la necesidad –a veces incluso la urgencia– de hablar contigo. Lo ideal es que puedas dedicarles un tiempo previsto previamente, en la tranquilidad de tu despacho… pero esto no siempre es posible. A veces, lo de “la puerta de mi despacho siempre estará abierta para todos” no es suficiente. Todo el centro es tu despacho, así que si te necesitan, sé inmediato: escucha con toda tu atención, sin apresurar (“Sólo te puedo dedicar cinco minutos”) ni adelantarte a dar soluciones ( “Mira, esto se arregla…”).
Acoge y escucha, y disfrutarás de la confianza de tu equipo.
5. Cuida los detalles, conoce a las personas.
A veces he tenido la gran suerte de que me enseñara un centro una gestora que se notaba que conocía a su gente: mientras paseábamos se interesaba por el trabajo de uno, la salud del otro, un familiar del de más allá… situaciones personales que trataba con discreción pero que con su recuerdo demostraba al receptor que había sido escuchado con atención en otro momento. Un buen gestor envía notas, mensajes, recuerda aniversarios, preferencias… ¡y todos se contagian del deseo de cuidarse mutuamente!
Sé detallista y levantarás el nivel humano de tu centro.
6. Evita las discusiones absurdas, afronta los conflictos.
Un buen gestor inspira respeto; un mal gestor, temor. Y muchas veces el temor lo genera un mal gestor que se queda “atascado” en discusiones absurdas sobre pequeñeces, trabas burocráticas, generalizaciones injustas y ofensivas… Este mal gestor obtiene la triste compensación de terminar rodeado de aduladores, pero contribuye a la degradación de su centro. Un buen gestor sabe cuando debe callar y cuándo debe hablar directamente y en privado con alguien.
Afronta los conflictos y tendrás auténtica autoridad.
7. Absorbe los errores, centrifuga las alabanzas.
Los mejores gestores cuentan con un magnífico equipo a su alrededor, personas que aprenden y crecen a su lado, y en las que el buen gestor proporciona oportunidades de mejorar y desarrollar sus talentos. Hay que cuidar este equipo, así que si ha habido errores, asume los mismos como líder y responsable, sin excusarte en la falta de competencia de nadie (ya afrontarás el conflicto en privado con quien sea). Y si hay alabanzas, asegúrate de que lleguen a todos, y muéstrate orgulloso de los logros de cada uno de los miembros del equipo.
Elogia a tu equipo por sus logros, y conseguirás lo mejor de todos y cada uno de ellos.
8. Ten perspectiva y permite que la compartan.
Esto no es aceptado con facilidad, pero en todo centro debe haber una (metafórica) “atalaya”, y desde allí el equipo directivo puede mirar a su alrededor en el espacio y el tiempo. El buen gestor no agobia a su gente –que está en las “trincheras”– pidiéndoles análisis y planificación, pero sí permite que compartan la perspectiva de la “atalaya” dándoles responsabilidades ajustadas a sus capacidades –y recursos para ejercerlas–, y manteniendo siempre abierta la comunicación.
Ten perspectiva, déjate aconsejar, y podrás guiar con criterio.
9. Acepta las críticas… pero no dejes que te hundan.
Ya puedes ser un buen gestor, el mejor gestor, incluso el gestor perfecto… que aún así recibirás críticas. Algunas muy duras, y a menudo muy injustas, ya sea porque no las esperabas o no creías merecer la foto. Los que dicen “en toda crítica hay una oportunidad”… no han recibido muchas críticas en su vida. Admitámoslo: las críticas duelen y no le gustan a nadie. Pero es cierto que puedes extraer aquello que te permita mejorar (¡después de calibrar de dónde vienen y por qué!) Y luego dejarlas atrás.
¡Acepta las críticas con entereza –y sentido del humor– y te harán más maduro… y no “más duro”!
10. Cree en el proyecto, defiéndelo y lucha por él.
Cuando vimos en familia la versión cinematográfica de “El Príncipe de Persia” –que no era un prodigio de guión– nos divirtió la reiteración de la frase “protect the daga” en muchos momentos de la película. Se ha convertido en un lema famíliar cuando hacemos referencia a algo que hay que proteger (¡o cuando vemos otra película con un guión tan flojo!). El buen gestor conoce el proyecto del centro que gestiona, y cree en él, y en sus posibilidades, y perspectivas de futuro. Defiende el proyecto de tu centro. Sé un gestor-radar, que tiene siempre claro el punto de referencia final, y nunca un gestor-veleta, que cambia de objetivos por ignorancia o comodidad.
“Protect the Project”, deja que tu fe en el proyecto te fortalezca… y verás como no estarás solo en la lucha.
Hasta aquí estos 10 “mandamientos” que –soy consciente de ello– no son como para ser grabados en piedra… ¡aunque quizá sí merezcan ser impresos y plastificados!
Y para terminar, como prometía al principio, mi “visión” filológica. “Gestión” viene de “Gere” (llevar a cabo, administrar), un verbo que tiene un frecuentados, “gestare” (llevar a la matriz). Pues bien, un gestor debe “gestionar”, pero debería ser también capaz de “gestar”, debería ser capaz de contribuir al nacimiento ya la vida de su centro, y el desarrollo del proyecto y de las personas (que, en definitiva, son la base de la “marca” del centro). Llevando esto al extremo, digámoslo así: en un hospital, el gestor debería debería parecer más a la comadrona … que el cajero automático del parking!
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