No sé a través de qué red social me llegó un día de agosto el enlace a un podcast de un experto en marketing digital. El caso es que tumbado en la playa me puse los auriculares y me dispuse a escucharlo.

El autor censuraba los típicos correos electrónicos o noticias de la web que, con la foto de una tumbona y el mar de fondo, deseaban un buen verano e informaban de que no habría más noticias hasta septiembre. O sea, censuraba estos correos que todos hemos hecho, copiando los unos a los otros, sin ninguna originalidad. Lo mismo se podría decir evidentemente, si se hacen en Navidad, Semana Santa o los puentes, tan habituales en el mundo escolar. Criticaba el estilo, pero criticaba sobre todo el hecho de dejar durante tantos días la web, los blogs y las redes sociales inoperativos.

Y no lo hacía sólo porque esto perjudicara al posicionamiento de la web, al SEO, o a la fiabilidad de los newsletters. No. Lo que denunciaba sobre todo es que no se supieran aprovechar las oportunidades que también los días de vacaciones ofrecen.

Según él, muchos contenidos que no tenemos tiempo de consultar durante el año, los acabamos leyendo, en cambio, con la paz de estos días. Aseguraba también que es mucho más fácil la conversión de un enlace, cuando la persona que lo lee está descansada y con tiempo para vagar. Lo demuestra el hecho de que el número de páginas visitadas por usuario único crece en las vacaciones, aunque haya muchas menos visitas.

Y sugería, incluso, que estas fechas son muy buenas para campañas de SEM. Alguien objetará que el tráfico global es mucho menor. Sí, pero la competencia es nula. De manera que –lo decía él, yo no puedo demostrarlo– las campañas en Facebook, Google Ads, etc. acaban siendo más eficientes y más económicas que en los otros momentos del año.

Una persona con la cabeza más formada en marketing tradicional puede rebatir que ahora no es momento para campañas, porque el pescado ya está vendido, el curso está a punto de empezar y todo el mundo ya tiene asignada la plaza en su centro. No habrá ventas. Y otra persona con cabeza más de branding le respondería que la marca de la escuela se construye todo el año, piedra a piedra, y que en el fondo todo es cuestión de una buena política de contenidos.

¿Os imagináis recibir una comunicación a mediados de julio –sea un tuit, un correo o una noticia en la web– con una selección de libros para leer en las vacaciones, o poco antes de la operación retorno la sugerencia de una serie de juegos para hacer juntos en el coche y evitar el fácil recurso al iPad cargado de películas? ¿Si recibimos viralmente algún contenido interesante y útil de otra escuela, no nos aproximará afectivamente a ella? ¿No nos hará mejorar la valoración que tendremos de aquel centro?

Es claro que esto exigirá un poco de planificación. ¿Debemos tener alguien de guardia? Dejemos que la gente que se dedica a la comunicación –muy a menudo con una dedicación que supera el exigible– haga vacaciones como todo el mundo. Estos contenidos se pueden planificar durante el curso. No se trata de generar muchos contenidos, sino de hacer buenos contenidos. Porque si no son buenos, es mejor dejarlo estar. Tres o cuatro noticias o artículos se pueden programar para que aparezcan el día conveniente en la web y, mediante Hootsuit o alguna aplicación equivalente, se envíen automáticamente los contenidos en Twitter, Facebook, etc. o el newsletters a través de MailChimp. Esto es irse de vacaciones con el trabajo hecho.

No sé hasta qué punto este marquetero tiene o no tiene razón. No lo he podido experimentar. Pero a mí me ha convencido completamente: yo nunca antes había escuchado podcasts de marketing digital y lo he hecho por primera vez en mi tumbona de la playa.

Si este contenido te ha parecido interesante, puedes subscribirte a Branding Escolar y no te perderás ningún nuevo artículo [>]