ANNA FORÉS
Es Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación y llincenciada en Psicología por la Universidad de Barcelona. Porfesora de la Universidad de Barcelona. Miembro del grupo de investigación consolidada EMA. Autoria de más de 15 libros. Presidenta de AIRE, asociación para la investigación en resilencia.
UN LIBRO
La asertividad. Para gente extraordinaria
Los avances en neurociencia están revolucionando nuestra manera de entender los procesos de aprendizaje, ya que hasta ahora no era posible observar qué pasa en el cerebro mientras alguien aprende. Esta obra desmonta 12 falsas creencias en educación, basadas en los conocimientos científicos de los últimos 20 años y que han sido superadas por recientes hallazgos en neurología. ¿Tenemos un hemisferio cerebral predominante? ¿Además cantidad de horas en la escuela, más se aprende? ¿Utilizamos sólo el diez por ciento de nuestro cerebro? Los autores de este libro proponen nuevas miradas sobre estas y otras cuestiones, con el objetivo de contribuir a la construcción de entornos y métodos educativos más eficaces.
«No hemos formado al profesorado sobre cómo hacer una entrevista, cómo afrontar situaciones conflictivas, como dar malas noticias, como gestionar estas emociones y estas comunicaciones …»
«La asertividad nos invita a respetar a los demás y ser respetados, a querer tener unas relaciones firmes y llenas de confianza.»
«Así como hace un siglo tenían intuiciones y experiencia -Montessori, Decroly … – y con ello hacían una buena práctica, hoy además de eso contamos con evidencias neurocientíficas»
ENTREVISTA A ANNA FORÉS Experta en neuroeducación
No sé si le resulta extraño que abordamos la escuela desde el punto de vista del branding …
No. Extraño, no me lo ha parecido. Me ha parecido curioso, en el sentido de que a menudo no acabamos de mirar todos los vértices que tiene una institución como la escuela. Este es un vértice, a veces olvidado, pero interesante.
¿Si comparamos la escuela con el resto de marcas, qué piensa que la hace singular y la diferencia?
Lo que hace especial una escuela es el legado que deja en los ex alumnos, el grado de fidelidad y compromiso y complicidad que les queda después de pasar por la institución tres, diez, quince años después… Son muchos años de la propia vida. ¿Cómo se fideliza este estudiante?, ¿cómo se hace que tenga un buen recuerdo de estos años? y ¿cómo quiere seguir formando parte de esta institución? Qué huella ha dejado la institución en mí, y si quiero seguir formando parte de ella.
Hemos insistido mucho en este blog en el papel capital que tiene el profesorado para la reputación de la escuela. ¿Cuáles son las cualidades personales más importantes que deberían tener profesores?
La cualidad más importante es que sea apasionado de la educación, que crea y la viva completamente. Esta es la motivación más intrínseca de nuestro trabajo. Pero, para que esto sea posible, la sociedad tiene que creer también en el profesor. Las grandes revoluciones y renovaciones pedagógicas siempre se han dado cuando se ha creído en el papel del maestro. Finlandia está triunfando porque se está reivindicando el papel del maestro; a principio y a finales del siglo anterior el maestro era el buque insignia. Formamos buenos maestros y la escuela cambiará. Esta es una premisa básica: volver a creer y trabajar para tener los mejores maestros, con vocación.
Pues, para que el profesorado esté ilusionado, es imprescindible que se sienta valorado por los directivos.
Valorado y formando parte de las decisiones. En el momento en que se sienten implicados en las decisiones, las hacen suyas y, en consecuencia, se responsabilizan. Esto hace que se motiven mucho. Si un directivo va hacia una dirección, luego viene otro que los lleva hacia otra dirección y un tercero lo desmonta todo y vuelve a empezar… acaban quemando al personal y acaban perdiendo a los estudiantes. Animar al profesorado para que haga suyos los proyectos, que sientan parte, que crean, es garantía de éxito.
Así, para tener un equipo cohesionado, hay que animar al profesorado…
Hacerles partícipes, involucrarles, escucharles. Muchas veces los maestros se sienten menospreciados porque se deciden cosas sin contar con su opinión. Quizás se cree antes a un asesor externo que viene de haber hecho un curso en el extranjero y parece que esa es la opinión que vale y no, en cambio, lo que dicen los que están cada día con los chicos y las chicas.
¿Y qué hacemos cuando ya tenemos profesorado desilusionado? ¿Se puede salvar esta situación?
La solución buena es no tener que llegar hasta aquí. Tiene que haber un plan de escuela para garantizar una formación inicial a los docentes, para que dispongan de todas las herramientas básicas para comenzar su tarea, y para que después de 5 o 10 años vuelvan a motivarse a través de formación y recursos y se les involucre en un nuevo proyecto que repercuta en la escuela. Sucede lo mismo que con una relación: hay que ir cuidándola, porque de lo contrario llega un momento en que se agota. «Como se ha llegado hasta aquí?», se podría preguntar. Si la planta no se ha ido regando, se queda sin agua y muere. La escuela debe tener cuidado de sus profesionales, sean maestros o sea el personal no docente. No se está cuidando suficientemente a la gente.
Y hablando de relaciones, en una escuela, los profesores son los que tratan principalmente las familias. Algunos profesores parecen tener miedo a relacionarse con las familias…
Primeramente hay que hacer entender que familia y escuela estamos en el mismo equipo. Estamos trabajando ambos para el bien del chico o de la chica. Por lo tanto, tenemos que hacer equipo. Y esto exige establecer estrategias de comunicación entre familia y escuela, que no sean sólo una confrontación para que el niño no funciona en un momento dado, sino que se ha trabajado en proyectos, procesos, dinámicas, que faciliten los puentes entre familia y escuela.
Pero se da el fenómeno de que los profesores son buenos comunicando en clase y, en cambio, en la relación directa con las personas tienen dificultades.
Es que tampoco les hemos dado las herramientas. No les hemos formado, por ejemplo, sobre cómo hacer una entrevista, cómo afrontar situaciones conflictivas, cñomo dar malas noticias, cómo gestionar estas emociones y estas comunicaciones. Es importante organizar sesiones de este tipo.
Conviene hacerlo…
Como también un asesoramiento de los seniors los júniors. Muchas veces vamos pidiendo cada vez más cosas al profesorado, sin darles los recursos. Como digo, no sólo formación, sino también mentoría, un acompañamiento de los que ya tienen experiencia.
¿Cómo esperan ser tratadas las familias? ¿Qué es lo que valoran más?
Nos encontramos con una situación muy compleja: por un lado tenemos unos padres cada vez más formados, que están escogiendo qué tipo de educación quieren. No son conformistas; son exigentes. Pero también tenemos unos padres –hablo en general, cada padre y cada madre es diferente– que tienen muy poco tiempo para la conciliación familiar y profesional. Esto a menudo es crítico: los ven poco y entonces se lo dejan pasar todo y dejan de hacer la función de padres, para hacer una de colega o amigo. Los hijos pierden entonces el referente de padre y madre que necesitan. Son pues padres formatos pero dispersos, sin capacidad de encajar su papel.
¿Y qué tiene que hacer la escuela?
Mostrar un alto grado de implicación, que los padres vean que formamos un mismo equipo y jugamos al mismo juego: lo que nos interesa es el bien común y, en concreto, el bien del niño o la niña y hacer que se sientan partícipes y no contrincantes, que vean que se les escucha. La educación hoy ya no es de nadie, es de todos, es de tribu. Todos estamos educando. Hay que recuperar la confianza mutua. Hay un libro de Anna Ramis que lo explica muy bien2.
Usted trabaja frecuentemente con el mundo escolar. Vivimos momentos de mucha renovación en los proyectos educativos. Muchos de los que quieren posicionarse como referentes en innovación (nuevas metodologías didácticas, incluso en los recursos tecnológicos) parecen sin embargo empujados por las necesidades de marketing. ¿Está de acuerdo?
Hay que separar la moda de lo que realmente es una innovación y está consolidada, porque hay detrás una buena práctica y unos estudios serios con evidencias científicas que lo tiene consistencia. Justamente ahora es un buen momento para discriminar lo que es realmente innovación y lo que no. Lo que no podemos hacer es caer en una pirotecnia tecnológica y metodológica donde vale todo y se va probando un poco de aquí y un poco de allá. Y, en cambio, sí que decidimos cuál es la mejor manera de llegar a nuestros objetivos, por los alumnos y por las circunstancias y el contexto que tenemos. Porque si una metodología, una tecnología o una estrategia son medios, debemos tener claro por qué estamos haciendo lo que estamos haciendo. En este porque se elige cuál es la mejor manera de llegar. La finalidad es el que manda.
¿Qué es lo que debe distinguir actualmente un centro educativo?
¡La atención a la diversidad! La atención personalizada es el gran reto y ya veremos si seremos capaces de solucionarlo.
¿No se necesitan muchos recursos de los que puede que no disponemos?
Pienso que no. Lo que hay que hacer es una reingeniería, reinventar lo que tenemos, partiendo de esta premisa: cada cerebro es único, cada persona es única y, por tanto, no existe la fórmula, el método, la receta… hay factores que genéricamente favorecen el aprendizaje y hay que ponerlos en práctica. Por ejemplo, un paso que tal vez no se dará a corto plazo, pero habrá que dar, es tener en cuenta que el cerebro no aprende por asignaturas. Esto está muy demostrado. Significará cortar de base una estructura, pero quien se atreva a dar este paso…
A veces dan miedo los experimentos, no sea que no funcionen.
Ya. Pero, así como hace un siglo tenían intuiciones y experiencia –Montessori, Decroly…– y con ello hacían una buena práctica, hoy además de eso tenemos evidencias científicas. Y la tecnología en esto sí nos está ayudando a ver qué pasa en el cerebro
Hay un campo en el que antes no se educaba nada, el de las emociones. ¿Nos podría explicar qué es esta experiencia de Sikkhona que están llevando a cabo y también hacia dónde debe ir la educación emocional?
En una sociedad en la que la información está al alcance de todo el mundo y tenemos una intoxicación de información –una infoxicación– deberíamos trabajar para desarrollar en los alumnos un pensamiento crítico que les haga discriminar qué es la verdad y qué es, como se dice, la postverdad. Educar personas que sepan pensar por sí mismas y que tengan este criterio para ver qué es verdad y qué no es muy importante. El otro gran desafío de la escuela proviene de que estamos tendiendo a una sociedad deshumanizadora. Lo que debemos destacar es lo que nos hará diferentes de los robots, la parte más humana: hay que ir a la esencia, cuidando de las relaciones, teniendo cuidado de la comunicación.
Creamos Sikkhona Edu precisamente como una herramienta para potenciar la comunicación y las relaciones en cualquier contexto educativo. Hacemos que la gente se conozca, que comparta sentimientos, que descubra sus talentos, que armonice las diferencias para solucionar los conflictos… Buscamos cómo sacar sus talentos y dejarlos ir. También cómo cerramos procesos. Porque muchas veces en esta sociedad donde todo debe estar bien, no siempre puede ser así. Pasan cosas, y debemos decir adiós a personas o en circunstancias. Esto también lo hemos de aprender.
¿Entonces lo que hace es formar al profesorado?
Lo que hacemos es darles herramientas para que ellos puedan aplicarlas en el aula. Por ejemplo, si se encuentra en una situación conflictiva, sabrá hacer una dinámica para armonizar diferencias; si ve un alumno con baja autoestima, puede hacer una experiencia para descubrir talentos; si se encuentra con niños o niñas que están muy cerrados emocionalmente, hará una dinámica para descubrir los sentimientos… Según las situaciones, siempre hay unas estrategias para trabajar las diferentes necesidades.
Usted ha publicado, en concreto un libro sobre la resiliencia y otro sobre la asertividad. No quisiéramos caer en tópicos, pero parece que la incomparecencia de los padres o la hiperpaternitat, el consumismo, la exposición pasiva a pantallas … todo ello genera niños blandos. ¿Qué hacer en la escuela?
Buf (ríe).
La pregunta ya es quizás un poco tópica.
Cada padre y cada madre hace lo que puede (riendo).
Hay que convencerles de que ya lo hacen bien, ¿verdad? Porque con mala conciencia es difícil que eduquen.
Es cierto. Y relacionado con la resiliencia, como estamos en una cultura donde todo tiene que salir bien, todos tenemos que ser felices, siempre tenemos que ser jóvenes y todo debe ser estupendo, resulta que la realidad no es esa. Hay dificultades. El hecho de que un niño pueda identificar que está triste nos debería llevar a decirle: «Felicidades, porque estás conectando con esta emoción». Lo mismo, si se encuentra aburrido. Si estuviera siempre triste o siempre aburrido sería un problema, pero no identificar esta emoción y poder convertirse en sentimiento.
Así, no es malo que esté triste en algún momento.
No aprenderán a superar grandes dificultades, si no aprenden a superar sus dificultades, tamaño niño (niño sin una historia demasiado complicada). Por ejemplo, si una niña se queja al padre o la madre que no la han invitado a la fiesta de un compañero, el padre, para que la hija no sufra, soluciona el problema hablando con el padre del que hace la fiesta. No. Esta es una situación que la niña debe resolver, con sus recursos. Le puede ayudar para que vea las herramientas de que dispone, pero si se lo solucionamos los adultos, cuando estos niños crecen, acuden a papá estado, o papá mundo, pidiendo que se les salve. Y el mundo no los salvará. Deben disponer de herramientas y recursos ya desde pequeños; irlos adoptando y, cuando venga una adversidad grande, reconocerlos para hacerles frente.
Estoy convencido de que el profesorado se encuentra mayoritariamente entre los que lo hacen así con sus hijos, pero con los hijos de los demás… Hay quien dice que a la escuela se le pide demasiado. ¿Es pedir demasiado a la escuela, pedirle que ayude a hacer educar emocionalmente?
Se debe reorganizar lo que se estaba pidiendo hasta ahora en la escuela. El problema viene cuando cada cosa nueva que se pide se acumula con todas las anteriores. Habrá que revisar si cada carga que soporta la escuela le toca realmente o no. Hay cosas que, porque el contexto es muy diferente, ya no es necesario que haga, y otras nuevas que sí tendrá que añadir. Se hace necesaria una reflexión de cuál es la función de la educación y hacia dónde debe ir.
Necesitamos repensar la escuela para hacer una realidad adecuada al momento. Muchas gracias.
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